Muchas de las violencias que nos acompañan todos los días comienzan en la palabra; puede tratarse de un comentario mansplainer que escuchamos en la radio, un insulto en nuestro espacio de trabajo, o de publicidad callejera… En 2016, por ejemplo, el gobierno italiano se dio un buen quemón cuando se viralizó la campaña tuitera #FertilityDay, en la que se apuraba a las mujeres a embarazarse porque según ellos, los que deciden por el cuerpo de ellas, “La belleza no tiene edad. La fertilidad sí”.
A veces pareciera que el cuerpo que pensamos que nos pertenece no es más que otra herramienta de los gobernantes alrededor del mundo. Vota por mí y te dejo abortar, vota por mí y prohíbo que aquellas aborten. Vota por mí y te doy dinero por ser mamá, vota por mí, vota por mí. Esto lo reflexiona de manera interesante la Doctora Danielle Peltzer en su ensayo El cuerpo del Estado, publicado por El Arsenal en 2017. México no es la excepción. Es pertinente preguntarnos por qué a todos los candidatos a la presidencia de nuestro país les urge mencionar en sus spots la violencia de género, los salarios equitativos y el más insípido voten por mí porque soy mujer; esto, por supuesto, sin hacer ninguna propuesta válida (ya por lo menos lógica) que aborde de manera seria el tema del feminicidio, la violencia económica, la física, el acoso, la diversidad sexual, la trata de personas, la interrupción legal del embarazo, por mencionar algunas de las problemáticas apremiantes que afectan a las mujeres mexicanas.
Están los que dicen que la resistencia es el conocimiento. Que no nos preocupemos porque hay voces que no son misóginas y que consistentemente buscan equidad: esto ocurre desde luego, en la Academia (ese maravilloso espacio donde se discute al mundo desde las más asombrosas disciplinas).
El único problemita es que… si quieres formar parte del intocable círculo de los intelectuales es probable que te quedes con las ganas.
¿Qué opinaría de todo esto la Doctora Peltzer?
La doctora Danielle Peltzer… ¡qué mujerón, de veras! ¿Ya conocen a la doctora Peltzer? Estoy segura de que la han leído, sus artículos son publicados en numerosas revistas académicas; sus libros han sido censurados en diversos países debido a sus reflexiones transgresoras. Ha documentado profundamente sus viajes a través de Asia y América Latina. Ha remodelado las narrativas y las discusiones entorno al ambiente sociológico de la última década.
Alerta de spoiler: La Doctora Peltzer no existe, y en la mayoría de los casos, la equidad tampoco.
En un par de párrafos llegaré al momento en el que me vi orillada a crear a la Doctora Peltzer. Hagamos primero una parada en Oaxaca. En esta región del país un grupo de hombres simularon ser transexuales con tal de obtener una candidatura, por eso de la cuota de género. Entonces, de las diecinueve trans que tenía, de las diecinueve que quedaban: dos comprobaron ser muxes y diecisiete resultaron ser hombres (algunos casados, con hijos) que buscaban su hueso hasta las últimas consecuencias.
¡Gloriosos tiempos para la ambición política! La búsqueda por otorgarle espacios necesarios a las mujeres, hace a los tramposos todavía más creativos. Y las voces no se hacen esperar. Por un lado la comunidad LGBTTTI manifiesta su indignación; se escucha también a la comunidad feminista que exige una explicación; hay otra voz que se hace llamar honesta, aunque secretamente le llaman heteronormativa, que dice y repite algo así como “…pero, ¿por qué necesitamos cuotas de género para empezar? ¿No tendrían las mujeres que tener un mérito intelectual para integrarse a la política?”.
La voz honesta/heteronormativa supone que todas las mujeres son tontas y que en 2018 no tienen un espacio en el gobierno porque no lo merecen, no porque no se les permita. Esa voz olvida que desde el mero mero principio, la democracia (si es que todavía existe) siempre ha sido misógina, clasista y ahora hasta neoliberal.
¿Qué opinaría de todo esto la Doctora Peltzer?
Inventé a Danielle Peltzer hace unos años. Ella es todo lo que yo no soy: no le interesan los monstruos, mucho menos el punk, no ve reality shows, nunca sería mamá, no fuma, no come tacos callejeros o garnachas, no es alérgica a los gatos, tiene numerosas estancias en el extranjero, doctorados, sus padres fueron reconocidos autores que validaron frente al panorama académico su capacidad como creadora, obviamente no es mexicana ni se ve como mexicana, no tiene tatuajes y sobre todo… vive en esta otra realidad, en la que ser una mujer crítica que busca la verdad en México no es ni remotamente una razón para ser asesinada a plena luz del día.
Danielle Peltzer no existe, la equidad tampoco. Curiosamente, cuando hablo de ella en las reuniones, todos atienden con profundo interés. ¡Qué mujerón! Dicen.
“Blindar la familia”; “¡con mi hijo no te metas!”; “parejas gay no deben adoptar”; “¡dejen a los niños en paz!”; “derecho primario de los padres a educar a sus hijos conforme a sus convicciones morales y religiosas”; “40 días por la vida”. Estas son algunas de las frases que hemos comenzado a escuchar cada vez más en medios de comunicación, en discursos de candidatxs, en autobuses, en sermones de predicadorxs de distintas iglesias, en líderes de opinión. Todas estas expresiones forman parte de una gran cruzada que avanza desde hace poco más de dos décadas: actorxs conservadorxs, reaccionarixs, fundamentalistas religiosxs, grupos de derecha. O sea, toda la banda de gente e instituciones que están empeñadas en obstaculizar cualquier avance que tenga que ver con derechos reproductivos, derechos humanos de las mujeres, derechos de la población LGBTTI, o que hacen todo para echar para atrás los logros que con tanto esfuerzo ganaron las luchas de movimientos feministas y por la diversidad sexual en las últimas décadas. En una batalla que tiene un giro más bien discursivo o de construcción de nuevas narrativas y significados, estxs actorxs utilizan una amplia sombrilla para denominar estos temas, agendas y ‘su propósito maligno de destruir la familia, la sociedad, la moralidad, promoviendo la depravación y la violencia’: la “Ideología de Género”.
La cruzada contra la llamada ‘ideología de género’, según la feminista brasileña Sonia Corrêa, tiene sus orígenes en conferencias de las Naciones Unidas de los años noventa (en particular la conferencia sobre población y desarrollo y la conferencia mundial de la mujer) en las que el término ‘género’ fue integrado por primera vez a acuerdos multilaterales entre gobiernos los cuales fueron fundamentales para el avance de los derechos humanos de las mujeres, los derechos reproductivos y los derechos sexuales a nivel global, y fueron marco para el desarrollo de políticas públicas a nivel regional, nacional y local en las décadas siguientes. Desde los años noventa, actores conservadorxs desarrollaron sin mucho éxito estrategias para atacar al concepto de género, intentando sacarlo de diversos acuerdos internacionales. Finalmente decidieron que más que eliminar el concepto “género”, se enfocarían en cambiar su significado y plantear la ‘ideología de género’ como marco a atacar, matizando en muchos casos sus argumentos y estrategias.
Durante mucho tiempo desde nuestros movimientos descalificábamos a estos discursos y actorxs, les llamábamos ‘locxs’, ‘ignorantes’, ‘ridículxs’, ‘manipuladorxs’ y no pusimos quizás suficiente atención en las estrategias y el poder que estaba creciendo detrás suyo. Y es que grupos neopentecostales, en alianza con los sectores retrógrados de la iglesia católica y otras religiones cristianas, con partidos políticos de derecha, izquierda y centro, así como también sectores empresariales nacionales y transnacionales, han construido fuertes alianzas entre sí y han dado algunos giros a las estrategias que utilizaron en el pasado, teniendo gran éxito no sólo en América Latina sino también en otras regiones del mundo (notoriamente en Europa – tanto oriental como occidental, así como en África y los Estados Unidos de América).
¿Qué es ideología de género?
Después de mucho estudiar las estrategias utilizadas por los movimientos feministas y LGBTI, así como de nuestrxs aliadxs; estxs actorxs han venido construyendo en los últimos años una serie de estrategias nuevas o renovadas que han probado ser bastante efectivas en influir en la construcción de discurso y creación de imaginarios sociales, así como también en ganar adeptxs y poder formal en espacios políticos mediante su participación activa en partidos políticos y desde la propia sociedad civil organizada. Algunas de estas estrategias son:
Utilizar el lenguaje de derechos humanos para argumentar a favor de sus reivindicaciones, resignificando el contenido de algunos conceptos básicos y fundantes de derechos humanos en sí y afectando la propia doctrina y jurisprudencia de los derechos humanos (por ejemplo, la promoción del reconocimiento de la categoría ‘valores tradicionales’ o la disputa de qué se entiende como ‘derecho a la vida’).
Utilizar también un lenguaje ‘académico’ o ‘científico’ para respaldar sus argumentos, produciendo de hecho investigaciones, publicaciones ‘académicas’ y atacando fuertemente a los programas de estudios de género en diversas universidades. Hacen por ejemplo una revisión crítica y en muchos casos distorsionadora de autoras clave feministas.
Vincular a los feminismos y las luchas por el respeto a la diversidad sexual y los derechos de las población LGBTI con el comunismo y lo que denominan ‘nueva izquierda’ (en donde llegan a incluir también otros movimientos sociales), construyendo así un ‘nuevo enemigo’ y sembrando miedo.
Fortalecer sus estrategias de reclutamiento y formación de jóvenes como actorxs clave en la promoción activa de sus mensajes y de apoyo a su militancia.
Atacar de manera frontal a actorxs clave que han hecho aportes vitales en la lucha por la justicia de género, los derechos reproductivos o derechos de la población LGBTI; por ejemplo, Judith Butler, atacada en Brasil en el otoño pasado, dada su presencia en distintos eventos públicos.
Desarrollar narrativas que conectan más con lo irracional y lo emocional en las personas y comunidades, utilizando mensajes simplistas pero muy dramáticos o incluso explosivos con los que las personas conectan, se sienten identificadas y son movilizadas a actuar (¡incluso a votar!).
Vincular de manera efectiva la existencia y accionar de los grupos feministas o LGBTI con acciones y agendas que según ellxs promueven la violencia y la ruptura social, promoviendo por lo tanto el miedo tan efectivo en estos días como constructor de hegemonías y de poder entre el electorado.
Crear partidos políticos o influir fuertemente en partidos políticos e instituciones del Estado (por ejemplo los órganos legislativos) para ganar poder y tener cada vez mayor capacidad de influir de manera directa en procesos legislativos y de políticas públicas.
Construir una amplia gama de productos culturales que ayudan a difundir sus ideas y reivindicaciones de manera creativa, lúdica y divertida, por ejemplo a través de la música, el baile, teatro, fanzines, programas (o la propiedad incluso) de televisión y la radio. En muchos países de la región las iglesias cristianas son dueñas de más medios de comunicación masiva que los propios estados.
Pero lo cierto es que la coyuntura política ante la que estamos, la presencia activa y fuerte de actorxs evangélicos, católicos fundamentalistas y otros que levantan la bandera de la lucha contra la ‘ideología de género’, están teniendo un impacto que va más allá de lo discursivo, con implicaciones concretas en la vida de mujeres y personas LGBTI, así como en la laicidad de los estados, en nuestras democracias. Hay algunos ejemplos recientes de dichos impactos que son bastante devastadores:
El discurso contra la ideología de género fue utilizado de manera efectiva a favor del NO en el plebiscito realizado en Colombia para votar a favor o en contra del Acuerdo de Paz. Las iglesias católica y evangélica participaron activamente en la campaña en contra del Acuerdo, dado que éste se convertiría en el primer acuerdo de paz del mundo que incluía apartados y lenguaje específico sobre igualdad de género y derechos de la población LGBTI.
La participación beligerante y clave de actores evangélicos en el proceso de destitución de la Presidenta Dilma Roussef en Brasil y el triunfo electoral de candidatos evangélicos en lugares clave de ese país, como por ejemplo en el gobierno de Río de Janeiro, así como el desmantelamiento de legislación y política pública fundamental para la justicia social y racial y los derechos humanos que habían sido logrados en este país en las últimas tres décadas.
Mucho más recientemente, lo que han denominado el ‘shock religioso’ que impactó fuertemente la primera ronda de la elección presidencial de Costa Rica el pasado domingo, 4 de febrero, donde el candidato evangélico Fabricio Alvarado (que a finales del 2017 tenía tan sólo un 2% de apoyo electoral) fue catapultado al primer lugar ante una fuerte reacción de una gran parte del electorado tico en contra de una opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que hacía un llamado a que Costa Rica y otros países de América Latina legalicen los matrimonios entre personas del mismo sexo. Alvarado supo utilizar su postura contra el matrimonio igualitario y su discurso contra la ‘ideología de género’ para ganar apoyo de manera sorprendente y es el candidato favorito a ganar la segunda vuelta el 1 de abril.
El aumento de la intolerancia y la falta de respeto por la diversidad entre seres humanxs es notable, con un aumento notable del fascismo, ante lo que son en algunos casos discursos sumamente violentos que se traducen en una mayor incidencia de crímenes de odio por homofobia y transfobia, así como también violencia contra activistas y vocerxs de las agendas feministas y por los derechos de la población LGBTTI.
Y entonces ante este panorama, ¿qué nos queda? Yo pienso que no podemos seguir enfrentándonos a estxs actorxs con las viejas estrategias de siempre, o sea:
Responder con datos fríos y argumentos racionales en esta época de fake news en que la gente está sedienta de conectar y vincularse, de tener en su vida cosas que den sentido y le diviertan.
Como dice Cecilia Delgado, investigadora de la UNAM, no podemos ganar esta batalla discursiva simplemente confrontando o violentando su discurso, porque eso sólo termina reafirmando lo que ya piensan o dicen de las feministas o los movimientos LGBTI, tenemos que ser mucho más sofisticadas en nuestras estrategias de contra-argumentación o respuesta.
Descalificar de entrada lo que parece simple locura, fanatismo o ignorancia, abrirnos a mirar más allá y entender todo el fenómeno social (y en muchos casos económico y político) que hay detrás.
Enfocarnos principalmente a las cuestiones legislativas o de política pública, sin plantearnos de qué manera se puede conectar con públicos más amplios, más diversos, con personas que no son aquellas con las que coincidimos, construir puentes, encontrarnos, construir comunidad más allá de lxs convencidxs en nuestras agendas y discursos.
Evidentemente la tarea que tenemos frente a nosotrxs es enorme, en especial ante el complicado contexto de crecientes desigualdad y violencia que vivimos en México. Sin embargo, creo tenemos que plantearnos fortalecer algunas de las siguientes iniciativas o simplemente innovar:
Hay que entrarle fuerte a la batalla cultural, de construcción de sentidos, discursos, narrativas con las que las personas conecten, que resuenen a felicidad y a vida plena y que apoyen nuestras agendas, sin ser maniqueos o simplistas – que exploten la creatividad inmensa que tenemos entre nuestros movimientos.
Hay que estudiar mejor a esta gran gama de actorxs que empujan estas agendas contra la llamada ‘ideología de género’, para conocerles mejor, entender no sólo de dónde vienen y quiénes son, sino cómo se organizan, qué les mueve y apasiona de su lucha, cómo conectan con sus causas, de dónde se financian.
Hay que usar entonces diversas expresiones artísticas como vehículos importantes para llegar a públicos inusuales, no convertidos, en disputa, mediante el teatro y cabaret, la música, carteles, fanzines y otras formas artísticas que ayuden a que la gente conecte desde un lugar no racional con nuestras visiones de mundo, con nuestros sueños.
La batalla discursiva tiene que darse tanto redes sociales como otros medios de comunicación masiva y tenemos que estar atentas porque la tendencia es a que haya un vaciamiento de significado en los discursos, donde ellxs utilizan argumentos similares a los nuestros, dejando algunos de nuestros términos y conceptos sin sentido o distorsionándolos a tal nivel que ya no nos son tan útiles.
Hay que hacer alianzas fuertes y diversas entre nosotrxs, feministas, activistas, artivistas, artistas, ciberfeministas, etc., tender puentes con otros movimientos sociales y actorxs con quienes no hemos construidos alianzas aún. Tenemos que construir fuerza social que contrarreste la fuerza creciente que estos actores han logrado construir en un plazo relativamente corto de tiempo.
La coyuntura político electoral mexicana no está exenta de todas estas dinámicas de poder, de estas disputas. No sólo por la presencia activa de un partido evangélico en alianza con Morena, sino también por la multiplicidad de actores que avanzan estas agendas contra la llamada ‘ideología de género’ en el terreno electoral, más allá del PES (un ejemplo muy reciente: el candidato del PRI al gobierno de la Ciudad de México en sus declaraciones contra el matrimonio igualitario, la adopción de parejas gays, hechas en esta última semana). Lo cierto es que tenemos poco tiempo para actuar en el proceso electoral del 2018, pero es claro que esta es una lucha de largo plazo, en la que nuestros derechos, las democracias y nuestros sueños tienen mucho que perder si no logramos sumar fuerza, construir poder y ser más listxs y creativxs que todxs estos actorxs juntxs.
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En solidaridad con Sandra Peniche y las compañeras de la Clínica de Servicios Humanitarios en Salud Sexual y Reproductiva, en Mérida, Yucatán, que enfrentan esta semana una campaña liderada por fundamentalistas en contra de los vitales servicios que proporcionan a las mujeres y población yucateca.