Suelta la silueta – Tere Estrada
Por Tere Estrada
Este 2018 cumplo 30 años de rolar, componer y cantar en los escenarios. ¡Cuántas historias, giras, discos, libros, antesalas, rechazos, ofertas, sueños y esperanzas! El 30 de julio de 1988 toqué por primera vez por una paga en el Foro Tlalpan, antes sólo había tocado en foros estudiantiles de manera gratuita. Además tuve una temporada de seis meses, situación insólita en nuestros días.
El Foro Tlalpan era de los pocos espacios donde podías escuchar canciones originales en español en los ochenta. Su fundador, el videoasta Sergio García, promovía sus películas y a compositores y grupos de ese tiempo como José Cruz, Emilia Almazán, Rafa Catana y Botellita de Jeréz. Todos los sábados me iba en la caribe amarilla de mis papás de Lindavista a Tlalpan.
No sabía pintarme, así que tomé un bilé y un rímel de mi mamá prestados. Como pude me maquillé. Todavía no tenía equipo de audio. Así que tocaba literalmente a capella con mi guitarra de palo y mi voz. Después de algunos meses me compré mi primer amplificador (un Peavy que todavía conservo), una pastilla para la guitarra, una base y un micrófono que me robaron años más adelante en Rockotitlán.
Justo el día que mis papás me fueron a ver, un tipo del público me comenzó a gritar una sarta de agresiones de contenido sexual. En unos meses cumpliría 21 años y nunca había vivido algo así. Apenas y podía con mi propio miedo al estar parada en el escenario y todavía lidiar con alguien que te gritaba insultos, era demasiado terror. Una parte mía no creía que me estuviera pasando eso. Estás compartiendo lo mejor de ti, tu arte, ¿cómo es posible que alguien llegue y te insulte? Otra parte mía sacó una leona de los más escondido de su ser.
—Óyeme tú, ya sé quién eres —grité enojada señalando hacia al público—. Si eres tan valiente, ven aquí al escenario y cuéntales a todos lo que me acabas de decir.
Silencio sepulcral en la sala. Los espectadores se veían unos a otros tratando de descifrar a quién me dirigía. Yo pasé saliva, no quise ni voltear a ver a mis papás. Me moría de vergüenza, su nena lidiando con el público irreverente.
El Foro Tlalpan tenía un pasillo largo en la entrada y del lado derecho estaba la sala de proyecciones y multiforo donde también se realizaban los conciertos. Los asientos eran unas 10 filas de bancas de madera. Ese día, la sala estaba media llena, unos 40 espectadores. La verdad es que no sabía quién era el agresor, pero tenía claro de qué zona había salido la voz. Intuía que si lo exhibía, tal vez dejaría de molestarme.
—¿No quieres subir? Ándale, ven, diles a todos lo que me dijiste.
Risas entre el público, en las filas de hasta atrás algunos amigos se dieron codazos.
—Bueno –respiré resignada— sigamos con el concierto.
Tal vez toqué “Pepe Pifas” o “Mona monina”, no lo recuerdo. En medio de la canción un chico de las bancas de hasta atrás se paró y se fue. Sentí alivio.
Al final del concierto mis papás me preguntaron ¿pues qué te dijo el chico? Olvidé las palabras exactas, pero la agresión, no. Estar en un escenario no significa que seas tiro al blanco para que cualquiera llegue a agredirte e insultarte. Una artista es una mujer pública, no púbica.
Esta historia de agresiones de parte del público se ha repetido de diferentes formas. Y sí… cuando una cuenta estas historias de acoso nos tiran de a locas, nos dicen que exageramos, que por estar en un escenario nos exponemos y es forzoso pagar el derecho de piso.
En otra ocasión, cuando cantaba con el grupo Follaje, nos fuimos de gira a Durango. Era un concierto organizado por alguien del Instituto de los Jóvenes en un auditorio. Había muchos chavos drogados como espectadores. Terminamos el concierto y se me acercaron varios chicos.
—Fírmame la mano, preciosa, te rifaste —expresó un moreno flaco con el torso desnudo.
—Gracias —le contesté con una leve sonrisa—. Tomé su mano llena de resistol y se la firmé.
El moreno flaco se fue y llegaron otros chicos. Les autografié unos volantes. A los cinco minutos regresó el moreno flaco, me pidió que le autografiara el estómago. Le dije que no, se fue un poco molesto. Seguí cotorreando con los otros chicos. Cuando me di cuenta estaba sola en el escenario, los músicos estaban guardando el equipo. Estaba rodeada de unos 8 chavos y regresó el moreno flaco.
—Dame un beso acá chido, mi reina —exigió e intentó besarme en la boca mientras me rodeaba con sus brazos.
Mientras forcejeábamos, los demás chicos aprobaban el acoso. Daban gritos de júbilo. El aliento a chemo del moreno flaco me dio asco. Sentí ganas de vomitar. Grité desesperada. El guitarrista y el baterista corrieron a rescatarme.
—¡Déjenla, cabrones! – exclamaron el Chololo y el Demex tratando de dispersar a los chavos a jalones.
En la camioneta iba llorando. Me sentía vulnerable y expuesta. “No puedes estar sola, no puedes dar la mano porque te toman el pie, no puedes ser tan buena onda. Tienes que ser más cabrona que bonita” me dije a mí misma.
Aprendí a cuidarme, a ser más intuitiva, a pedir ayuda. Las canciones sanan las heridas. Escribí “Suelta la silueta” para exorcizarme del acoso.
Llego tarde a la oficina
san lunes de fatiga
el jefe en la tranza me cacha
a su oficina me llama:
“A ver, chula, dígame
¿cómo le vamos a hacer?
le perdono su tardanza
si en aceptarme no tarda”
Sus ojos cual volcanes
se pierden en mis encajes
suplican agonizantes
el siguiente mensaje:
“Suéltala, suelta la silueta,
Suéltala, suelta la silueta”
Ya me quedé sin chamba
para la renta no hay lana
no me corre el casero
si recorrerme le dejo
Llego a la tocada
un trajeado se me lanza:
dice que me hace estrella
si me estrello a su cadera
Sus ojos cual volcanes
se pierden en mis encajes
suplican agonizantes
el siguiente mensaje:
“Suéltala, suelta la silueta,
Suéltala, suelta la silueta”
La música se ha ido
pero no este vil frío
más de pronto veo unos ojos
que encienden mis gozos
Hechizada, encantada,
devuelvo la mirada
arden nuestras vestimentas
y soltamos las siluetas
A los bomberos no llamen
que este incendio no acabe:
sin condicionamientos
nos damos en mutuo acuerdo
Puedes escucharla en este link, con el grupo Mujeres en Fuga (grupo al que pertenecí de 1998 al 2005).
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