Trozos de ciudad deshabitados. Las ruinas después del terremoto.

 

 

 

 

 

 

Por Paloma Vera

Existe constancia que los movimientos de la tierra se han registrado desde la época prehispánica, en los códices los terremotos se representan con los glifos ollin (movimiento) y tlalli (tierra) para expresar movimiento, sus íconos son un punto con aspas de colores para dar una idea clara del caracter no estático.

Fray Bernardino de Sahagún también registró en sus textos los eventos sísmicos en la época colonial temprana, incluyendo los rituales asociados con estos eventos naturales, ligados en su cosmovisión al choque de la tierra con el sol.

Deberíamos estar acostumbrados a los terremotos, pero no es así. Siempre nos toman por sorpresa, nunca estamos preparados y siempre hacen falta estrategias a mediano y largo plazo para actuar y minimizar el impacto.

Se supone que es absolutamente necesario tener un permiso de construcción “legal” para construir, pero todos sabemos que dentro de la legalidad hay muchas ventanas para la ilegalidad y todos los permisos pueden tener una variedad infinita  de caminos para llegar a su obtención.

Una vez obtenidas las licencias hay un vacío técnico y legal en lo que se refiere a remodelaciones, la mayoría se hacen sin permisos, con maestros de obra en las que se sustituyen o eliminan elementos estructurales y muros que aportan rigidez a las construcciones. ¿Qué puedes hacer si vives en un departamento en el que el vecino demuele muros simplemente porque quiere? En este momento post terremoto es más que obvio que esas acciones tienen repercusiones en el desempeño de una estructura en momentos críticos  si no se hacen revisando el comportamiento de la estructura en su totalidad en un modelo tridimensional al que se le aplican las fuerzas de sismo. ¿Cómo evitar esas acciones hormiga incontroladas y no supervisadas que minan la eficiencia estructural de los edificios?

Es increíble que los sindicatos de trabajadores de la construcción estén tan organizados que lleguen el día número 1 en el que inicias con trabajos mínimos como la pintura de un departamento y la delegación sea incapaz de enterarse y hacer algo en los casos en los que privados aumentan pisos a construcciones existentes o nuevas, demuelan muros y se debiliten estructuras poniendo en riesgo la vida, el patrimonio propio y de vecinos o incluso demoliendo construcciones enteras  que están protegidas.

Edificio en la Ciudad de México

 

El terremoto ha hecho evidente muchas fallas legales y técnicas, pero también el gran daño que todos hemos hecho como vecinos, como autores activos (probablemente sin saberlo) al transformar construcciones irresponsablemente.

¿Quién no ha realizado transformaciones a su casa o departamento a la ligera haciendo un cuartito, demoliendo un murito?  Ahora, entre los escombros  muchas historias salen a la luz. El departamento que quedó como sandwich en avenida Sonora en la Colonia Condesa porque al interior lo transformaron en loft, o  estructuras falladas porque se demolieron  muros en un piso, o la escuela colapsada porque la estructura cargaba mucho más peso del que podia resistir.

Caminar por la ciudad lastimada por el sismo sigue revelando vacíos. Edificios abandonados porque los condóminos no se ponen de acuerdo y no hay instrumentos que definan plazos, vecinos que no quieren o no pueden arreglar, o casos de edificios que deben demolerse pero los propietarios se niegan a hacerlo por el costo. ¿Quién supervisa que se lleve a cabo?¿cuáles serían los objetivos en cada uno de los casos? ¿vamos simplemente a dejar que queden esas ruinas en la ciudad? ¿seguiremos coleccionando lugares para la memoria de lo que se cayó?

A todos debería preocuparnos que las construcciones queden en “pausa” y no se sepa bien a bien qué va a ocurrir con ellas, cuál es su estado y los plazos para que la situación cambie.

Lo más sensato sería tener una base de datos confinable y actualizada después de cada terremoto con los edificios dañados a menor o mayor escala, que exista un departamento encargado en darle seguimiento a cada uno de los casos, exigir a los propietarios y ayudarlos a restaurar, reestructurar o demoler. Facilitarles los permisos que se requieran, tener un calendario de acciones precisas, ayudar y orientar con los trámites necesarios y dar estímulos específicos en los casos en que los vecinos estén recuperando sus inmuebles de manera responsable y con la supervisión técnica adecuada. Eso no solo hay que aplaudirlo sino estimularlo como vecinos y como autoridad. Queremos una ciudad con edificios recuperados, reestructurados, habitados, y una ciudad con vida, eso también la hace más segura.

Pasó el terremoto y nuestra memoria borra poco a poco el impacto causado, pero es ahora cuando tenemos que trabajar en construir los sistemas que nos permitan tener estructuras más seguras. No sirve de mucho tener nuevos reglamentos si no se respetan, tampoco ayuda participar en deconstruir a pedazos proyectos aprobados técnicamente con transformaciones irresponsables sin supervisión.

El terremoto tuvo un costo real inmediato devastador pero también existe otro costo menos tangible que ya se percibe caminando por zonas afectadas, hay calles semiabandonadas, menos vecinos y actividades. Tenemos que evitar tener trozos de ciudad con construcciones suspendidas en el tiempo como parte del mausoleo de edificios dañados. La mejor memoria que puede existir en la ciudad es ayudándola para que se recupere lo más rápido posible.

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